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domingo, 28 de marzo de 2010

Tercera parte del artículo de mi amigo Lalo Alvarado sobre el Sr. Tragauñas....

EL EXTRAÑO CASO DEL SR. TRAGAUÑAS PARA UNA REFLEXIÓN SOBRE LA LOCURA

Parte III

Eduardo José Alvarado Isunza
ealvaradois@yahoo.com

Del “Señor Tragauñas” cuentan de cuando se inició como escribano de anodinos y superficiales discursos de los gobernadores. Sucedió cuando un loco de nombre Horacio asumió el poder político de esta región en el año de 1993.
Como en este retrasado país el gobernante civil es investido en un ritual como si fuese descendiente de una entidad sobrenatural, una de las cosas que ahí suceden es la pronunciación de discursos como si fuesen llaves mágicas del cielo.
Es como si tales bichos anormales, ungidos por la inmaterial sustancia del poder, pudiesen comunicarse con seres metafísicos a través de un lenguaje preciso y con ello hicieran puentes de ondas hacia ese reino supranatural.
Junto a los trajes que vestiría para trabajar convenientemente como cuasi dios, aquel orate pidió a un grupito de seres afectados por el lenguaje poético hacerle un discurso apropiado, con el cual hablar a tan elevadas dignidades.
Precisamente El “Señor Tragauñas” se hallaba entre dos o tres exquisitos, adictos a un habla afectada la cual expresaban como si fuesen monitos de ventrílocuo sentados en las rodillas de potencias metafísicas.
Nuestro desquiciado personaje vio así materializados sus anhelados sueños de infiltrarse al primer círculo de cortesanos de Palacio; y, con ello, de ascender de nivel social, pues su infancia estuvo caracterizada por la precariedad y el maltrato.
Era tan grande su odio a su clase de origen que incluso sentía vómitos cuando le invitaban un café, pues asociaba dicha bebida con su época de privaciones cuando no comía más que esa pócima y caldo de frijoles.
Hasta maldecía a los pensadores socialistas o a los guerrilleros y activistas sociales, creyendo que la materialización de esa utopía afectaría sus delirios de riqueza. O que lo obligarían a trabajar realmente llegado un gobierno así.
—Invéntate una nota de que en Rusia matan escritores —ordenó un día en la redacción del periódico para el que trabajábamos— Pinches marxistas de mierda —agregó con fiereza como si fuese agente de gobernación o hijo de burgués.
Con Horacio, el nuevo perturbado gobernador con quien había hecho amistad mostrándose como gusano, vio la oportunidad de enriquecerse, cosa que logró hacer como hacen casi todos de quienes llegan a ocupar un lugar en el poder.
Entre sus negocios figuró el de colocación de forjas y herrajes en diversos sitios, como la Calzada de Juárez, gracias a los extraordinarios contratos autorizados por su amigo, el disparatado, alcohólico y pervertido jerarca.
Ya para entonces poseía una modesta construcción en el exclusivo fraccionamiento de ricos, ubicado entre los cerros del oriente de la ciudad, a través de extorsiones a funcionarios y andar de limosnero.
—Consígame unos durmientes o no vaya a quejarse después —exigió cierta vez al dirigente sindical de ferrocarriles. Quería emplearlos como vigas de su residencia a fin de imprimirle efectos de rusticidad.
Este detalle, así como otros referidos en esta historia, ilustran con justicia la psicología de este personaje. Es un ser corrupto cuyo único propósito en su existencia ha sido escapar de su origen social, como si su pasado fuese el infierno.
No es ilegítimo que alguien busque mejorar su existencia; lo ilegítimo son los medios empleados. En su caso no ha sido el verdadero trabajo un medio para salir de la miseria; su medio ha sido la extorsión, el robo, la calumnia, la depravación.
Así, llegó el día en que con retazos prosódicos de cada uno de sus amanerados poetas, el orate mandatario remendó su discurso y habló al presidente, personaje de mayor jerarquía en esa extraña pirámide que los lleva al cielo.
Esa vez, su cabeza rozaba el Topos Uranus. Tratando de ganarse el afecto de este soberano de mayor potencia, el nuevo amo de la región pronunció su discurso, imitando el tono y la cadencia oratoria de aquel a quien adoraban.
—Felicidades, gobernador. Muy bueno su discurso —le dijo Carlos, el presidente, con falsa cortesía al término de la ceremonia en que Su Majestad ascendió al trono, afortunadamente por un breve tiempo de cuatro años.
Emborrachado por whiskey, alcohol al que siempre ha sido afecto, y por los hipócritas elogios del jefe superior, Horacio corrió como una mujer loca a transmitir esas felicitaciones a sus amanerados poetas.
—Le encantó el discurso al presidente —le dijo al “Señor Tragauñas”—. Desde ahora tú los harás—. Lo mismo confió a un cuentacuentos de mediana fama.
Todos se agarraron felices de las manos e hicieron extraños movimientos, como si fuesen bailarinas haciendo rondas infantiles. En su éxtasis no alcanzaban a descubrir el engaño de que habían sido víctimas del otro más perverso.
Después de la ceremonia el presidente acudió a saludar a la familia política del trastornado gobernador, a cuyo suegro recién fallecido debía realmente esa posesión. Y a sus cuñados, Carlos dio una opinión distinta.
—¿Quién le haría ese discurso a Horacio? —preguntó burlándose y enseguida agregó como si sus formas de balbucear le hubiesen revelado sus verdaderas personas: —¡Parecía de afeminados!
No estaba muy lejos de la realidad. Todos eran amariconados, aunque ocultaban sus verdaderos gustos sexuales con matrimonios monogámicos. Enfatizaré de nuevo que acepto la diversidad sexual, más no la impostura.
Este fue el origen del “Señor Tragauñas” como escribano de los intrascendentes y aburridos discursos del maniático que gobernó a esta región. Después lo sería también de Fernando y ahora volvió con “El Doctor”.
Por cierto, de este último no se sabe bien si es a su esposa a quien el perturbado “Señor Tragauñas” debe el puesto de comunicador oficial, porque ella es quien verdaderamente gobierna al Estado con arranques de loca histérica.
Si es así, este ser misógino y despreciable debió cautivar a esta mujer con sus profundas reflexiones acerca de “Las mil y una noches”, lectura a la que siempre ha sido afecto junto con las rondas de Mambrú, como si fuesen tesis científicas.
Con esto damos otro dato significativo que desvela aquellas personalidades de quienes ocupan cargos de poder civil en nuestro país. Ellos no son personas de ciencia o de filosofía, ocupadas en hallar soluciones de fondo a nuestros problemas.
En vez de eso, quienes gobiernan han sido y son criaturas que hallan en la anécdota, en el onirismo y en las canciones infantiles argumentos a sus actos, cosa que nos muestra el estado de alucinación en que se encuentran hundidos.
Pero como decimos líneas arriba, el “Señor Traguñas” no sólo es un ser obsesivo compulsivo, a consecuencia de actos sexuales cometidos en su contra o de otros de su madre que casualmente presenció. O de ambos simultáneamente.
Tampoco es solamente un ser corrupto capaz de consumar cualquier acción detestable para agradar a quien tiene el poder, como empinársele, y ascender en la pirámide social sin trabajar, como hace cuantos hacen por ganar su pan.
Junto a todo eso es también un ser misógino y ególatra. Son venerables su odio hacia las mujeres y su amor por sí mismo, como refieren quienes han sido víctimas de sus patologías y de sus perversiones.
—Me preguntan por qué tengo un mal concepto de este personaje. Si es porque me ha hecho algo o por qué cosa —me comentó una periodista que también le conoce.
—Y les hablo de cuando lo escuché quejarse una vez por haber perdido el premio de periodismo. “¡Cómo que esta pinche vieja me ganó, si yo soy el único que sabe escribir en este puto pueblo!”, le oí decir.
Es un ser amargado, cuyo odio a las mujeres y su amor por sí mismo son graves. En su misoginia y su narcicismo también se manifiestan los trastornos de este notable personaje de la historia de la locura en nuestra región.
¿Cuál es esa extraña maldición que nos ha condenado a ser gobernados por locos y maniáticos? ¿Acaso es imposible que al poder accedan filósofos y científicos y que en su lugar lleguen seres alucinados, como el “Señor Traguñas”?

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